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viernes, 28 de enero de 2011


3…2…1…

Un mes lejos de la ciudad no es para menos, es ahí cuando uno piensa en el bonito lugar donde naciste, donde tienes tus amigos, tus sueños de niño, tus recuerdos más alegres y a la vez triste, pero que sin duda son un espacio netamente ganado dentro de tu mente.

Recordar que estaba haciendo hace un mes atrás, luego de haber tomado esta decisión de emigrar a laburar a la capital, lo cual me conforma porque son solo tres meses los cuales, espero que se pasen… “volando”. Son por supuesto momentos gratos los que recuerdo, en lo absoluto. Terminé de pasar un semestre regularmente bueno en mi carrera, lo que me da pie a disfrutar luego de un semestre arduo con mis amigos, los cuales para todos son el descanso, para uno, el des-estrés, el relajo, y cuanto se le pueda llamar al código de la amistad. De sentarme y disfrutar de un paisaje afuera en el patio de mi casa, abajo del palto con una grata conversación, donde el aire corre fresco y no seco, es ahí donde me pongo a pensar que es mejor si estar acá o disfrutar de un aire limpio, libre de la gente que está acelerada al correr de las horas del día, de soportar este sol y calor que es digno de codearse con infierno, no sé que es peor la verdad, extraño tanto el Villa Alemana grato, que no bastan las horas para contar cada segundo y minuto de tiempo para poder volver a continuar con mi vida normal de un pueblerino que solo goza con ver crecer los arboles y flores en su jardín.

En este momento aspiro a ser algo parecido a estar en casa, solo me queda escribir y estar acompañado de la música que no sé si podría dejarla nunca, es esa adicción que no tiene que ser regulada por ninguna ente pública o privada, es la libertad de sentir los sonidos, los cuales de una u otra manera crean un vibrato en ti, que sea cual sea tu estado te hará sentir y activará un botón de alerta en tu sistema. Echado con un pucho en la soledad de este departamento asoleado por la tarde, pero volviendo el frescor a poco rato, es así como trato de simular que me siento en mi habitad que cada animal de esta faz necesita y requiere para su desarrollo normal. Con esto no digo que los santiaguinos sean anormales solo me reflejo en los hechos personales y vivenciales que he tenido hasta el momento, si ellos están acostumbrados creo que son unos valientes, como para acelerar su propia vida y no dejarla reposar para tener una trayectoria plena a lo largo de este rocoso camino que es la apreciada “Vida”.

Solo quedan dos meses mas y estoy de vuelta, si pudieran sentir a pulso lo que es para mí estar de vuelta donde pertenezco, no creo que lo puedan tolerar. Sé que es poco el tiempo que muchos me dirán: … ¡ah, el hueon cuatico! Pero la verdad, es lo que yo creo.

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